El presidente de Estados Unidos, Donald Trump, firmó una orden ejecutiva con el objetivo de eliminar el Departamento de Educación, argumentando que la educación debe ser gestionada a nivel local sin intervención del gobierno federal.
Trump sostiene que la influencia del gobierno federal ha afectado negativamente la educación pública en el país y que la descentralización permitirá mejorar los estándares académicos. Con esta medida, los estados y distritos escolares recuperarían el control total sobre los planes de estudio, las evaluaciones y la distribución de recursos.
Uno de los principales argumentos detrás de esta propuesta es la oposición de Trump a lo que él considera una “agenda progresista” en las escuelas públicas. Ha criticado programas de educación sexual integral y estudios de diversidad racial y de género, asegurando que promueven ideologías contrarias a los valores tradicionales estadounidenses.
La medida ha generado un intenso debate. Sus seguidores creen que reducirá la burocracia y mejorará la calidad educativa, mientras que los críticos advierten que podría incrementar la desigualdad entre estados y afectar a estudiantes de comunidades vulnerables.
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